Durante los primeros años de vida, el crecimiento y desarrollo de los bebés es tan
rápido y son tantas cosas las que están pasando que nos abrumamos al ver que todo lo
que habíamos logrado en un momento, se desordena y hay que volver a empezar.
Son las famosas llamadas “transiciones” y son múltiples las que nuestros hijos
experimentan. Por eso me gustaría abrir este tema, para ayudarnos a enfrentar estos
cambios de manera fluida, intentando acompañar y apoyar a los nuestros en estos
pasos.
Algunas transiciones que suceden los primeros años son: pasar de dormir en la cama
de los papás a la cuna/cama; pasar de la pieza de los papás a la pieza solo o
compartida con hermanos; el destete; dejar el chupete; dejar los pañales; la llegada de
un hermano/a; la entrada al jardín, etc.
La particularidad de la palabra “transición” es que alude a un cambio que pasa de A a
B, pero con una etapa intermedia que no es ni A ni B, sino que es una etapa que
fusiona la anterior y la que viene. Es un proceso que tiene avances y retrocesos, que
no es lineal y que necesita compañía. Muchas veces son incómodos porque los
cambios desestabilizan, pero luego estos se sienten bien hasta que vuelven a
incomodar.
En estos procesos no sólo son los niños los que se deben adaptar, nosotros los adultos
a ratos nos sentiremos más inseguros que nuestros hijos e incluso nos puede afectar
mucho emocionalmente. Debemos ser conscientes de eso y ser considerados con
nosotros y nuestros procesos personales. Tal vez, simplemente, no es el momento.
Cada ser humano tiene un temperamento diferente y por lo mismo se enfrenta a los
cambios de manera particular. Hay algunos que viven los cambios sin inconvenientes,
pero hay otros, en los que me incluyo, nos cuestan más, por lo que necesitamos que
estos sean lentos, paulatinos y respetuosos. Hay que tener más paciencia y evaluar
qué tan preparados estamos para enfrentar el cambio en ese momento.
Hace unos años, acompañé a una familia donde la mamá estaba pronta a cambiarse de
trabajo y quería sacar a su hijo de la pieza debido a que esta nueva responsabilidad
profesional implicaba mayor carga laboral y sentía que necesitaba descansar mejor.
Ella se notaba ansiosa por lo que se venía en términos laborales y parecía que la
presión de tener que sacar a su hijo de la pieza aumentaba esa ansiedad. En ese caso,
pensamos juntas que quizá ese no era el momento idóneo para aumentar su desafío
personal por lo que ideamos un plan que incluía que sólo las siestas fueran en su pieza
de guagua y, por las noches, se mantuviese en su cuna, pero alejándola un poco de la
cama de los papás. Esto, junto a otras estrategias, permitieron cumplir con su deseo
de sacar a su hijo de la pieza sin que para ella fuera un martirio.
Cómo te identificas tú: Con los que les cuesta el cambio, o con los que les resulta más
fácil? Cómo identificas a tu hijo/a?
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